Redacción. Madrid
La Sociedad Española de Cardiología (SEC) ha comunicado que los altos niveles de testosterona pueden aumentar notablemente el riesgo de padecer eventos cardiovasculares adversos. Así lo pone de manifiesto un estudio realizado por científicos del Boston University School of Medicine y del Boston Medical Center, publicado en The New England Journal of Medicine.
La testosterona resulta un tratamiento habitual para hombres de edad avanzada que presentan una movilidad reducida, aunque el uso de esta hormona está empleándose indebidamente en los últimos tiempos por deportistas que pretenden lograr un incremento de su masa muscular de manera acelerada.
Araceli Boraíta.
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En el trabajo, se analizó durante nueve meses a 209 hombres mayores de 65 años que padecían problemas de movilidad. Para superar estas dificultades, se administró testosterona a 106 de ellos; otros 103 fueron tratados con un placebo. Tras el tiempo de estudio, se concluyó que el 22 por ciento de los hombres a los que se les había medicado con testosterona presentaba uno o más eventos cardiovasculares adversos, frente a menos de un cinco por ciento de los miembros del grupo tratado con placebos, a pesar de lograr mejorar su capacidad física en piernas y pecho.
La divergencia entre los grupos en la incidencia de eventos adversos cardiovasculares se mantuvo durante el período de intervención de seis meses y no disminuyó durante la fase de observación de tres meses que siguieron al período de intervención.
El trabajo abre un debate sobre si las mediciones de testosterona en un futuro serán útiles para valorar las posibilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares, de modo que se consideren las dosis altas de esta hormona (574 ± 403 nanogramos por decilitro) como un nuevo factor de riesgo cardiovascular.
La testosterona en el mundo del deporte
Desafortunadamente, en los últimos años, el uso de la testosterona como método de dopaje en el ámbito deportivo está siendo cada vez más habitual. Con las inyecciones de testosterona y otros derivados, la masa muscular aumenta de manera vertiginosa, pero deben considerarse seriamente los efectos secundarios que ésta conlleva.
La administración de testosterona en los deportistas engrosa el músculo cardiaco de manera artificial. Si este aumento del volumen fuera producido por el ejercicio físico continuado, la perfusión (cantidad de sangre que llega al miocardio) se incrementaría de manera paralela. Al no ser así, esta relación pierde su proporcionalidad, haciendo que el miocito presente un déficit en el riego sanguíneo y una consecuente disminución del aporte de oxígeno, favoreciendo la aparición de isquemia. Este sufrimiento celular puede ser suficientemente intenso como para causar la muerte celular y del tejido al que pertenece (necrosis). Este mecanismo puede estar potenciado por la asociación con otros efectos de la testosterona como son la hipertensión, la dislipemia o el efecto procoagulante.
“Con el tiempo, si se deja de administrar testosterona, puede reducirse la hipertrofia en el miocito, pero apenas disminuye la fibrosis”, comenta Araceli Boraíta, miembro de la SEC, cardióloga deportiva y miembro del Consejo Superior de Deportes (CSD). “Además de la hipertrofia miocárdica, el exceso de testosterona también produce rigidez del músculo cardiaco y disfunción diastólica ventricular, al mismo tiempo que favorece la hipertensión arterial”, apunta la especialista.
La hipertensión es un problema frecuente entre los deportistas que se administran testosterona, favorecida por la retención de líquidos. Un deportista debe mantener su presión dentro de rangos normales. Si no es así, debe consultar a su médico de manera inmediata.
“La mejor solución es conseguir una masa muscular natural a base de ejercicio practicado de manera regular, sin intentar encontrar falsos atajos que pueden ser muy perjudiciales para nuestra salud y la de nuestro corazón” concluye Boraíta.
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