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Jueves, 19 de diciembre de 2013   |  Número 73
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EN PRIMERA PERSONA
JOSÉ MARÍA LOBOS BEJARANO, COORDINADOR CIENTÍFICO DEL CEIPC
“Solo dos de cada diez médicos aplican las guías de prevención cardiovascular sistemáticamente”
Advierte de que, aunque en España las cifras de mortalidad cardiovascular son mejores que en el resto de Europa, “no se debe bajar la guardia”

Sandra Melgarejo. Madrid
El Comité Español Interdisciplinario de Prevención Cardiovascular (Ceipc) se creó en el año 2000 para transmitir a médicos y enfermeros un enfoque común que facilite trasladar este objetivo a la práctica clínica. Publicación Médica de Cardiología ha hablado con José María Lobos Bejarano, el coordinador científico de este comité que agrupa a 15 sociedades científicas –entre ellas, la Sociedad Española de Cardiología (SEC)– y a representantes de las administraciones. El Ceipc ha celebrado recientemente sus V Jornadas Científicas, en las que se ha discutido sobre las guías europeas de prevención cardiovascular y su aplicación, insuficiente según señala Lobos Bejarano, en nuestro país.

José María Lobos Bejarano.

¿Cómo se han adaptado las guías europeas de prevención cardiovascular en España?

Las guías europeas de prevención cardiovascular se publicaron en 2012 y el Ceipc ha publicado recientemente una adaptación. Básicamente, hay total homogeneidad con las recomendaciones de las guías europeas, que son aplicables para España. Pero, quizá por nuestras características como país mediterráneo y por tener cifras un poco mejores en cuanto a mortalidad cardiovascular en general –aunque tampoco se debe bajar la guardia–, hay alguna particularidad que se ha adaptado en este sentido.

Las guías europeas y las recomendaciones de Ceipc hacen mucho hincapié en las medidas no farmacológicas, conjuntamente con el tratamiento farmacológico cuando está indicado. Hay que tener en cuenta que, en los últimos 20 años, al menos un 50 por ciento de la mejoría en cuanto a reducción de enfermedades cardiovasculares en el mundo occidental se debe a la mejoría en la prevención, es decir, al control de los factores de riesgo: desde no iniciar un hábito como el tabaquismo o eliminarlo, hasta el control del colesterol. El otro 50 por ciento de esa mejoría se debe al avance de los tratamientos agudos (infarto de miocardio, ictus, etc.).

Por lo tanto, hay que alentarse porque las medidas preventivas están funcionando y esto debe ser un estímulo. Ahora bien, hay algunos datos preocupantes, sobre todo en lo que concierne al aumento de prevalencia de la diabetes y de la obesidad –que van de la mano– en la población, niños y jóvenes incluidos, de los países occidentales, también en España. Esto se debe en gran medida a que los estilos de vida no están mejorando e, incluso, están empeorando; los niños y la gente joven cada vez pasan más tiempo delante de una pantalla y los hábitos se están haciendo cada vez más sedentarios.

¿Cómo habría que modificar este estilo de vida para prevenir las enfermedades cardiovasculares?

Habría que hacer hincapié en las tres medidas fundamentales de modificación del estilo de vida. La primera es una alimentación saludable; tenemos estudios, como el Predimed, que demuestran el beneficio incontestable de la dieta mediterránea en la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular. Paradójicamente, España cada vez se aleja más del estilo de vida mediterráneo: la dieta, pasar tiempo al aire libre… La segunda medida es llevar una vida activa: hacer ejercicio por lo menos durante una hora cinco días a la semana. Y la tercera, no fumar. Estos son los pilares de un estilo de vida saludable desde el punto de vista cardiovascular.

¿Qué barreras obstaculizan la implementación de las guías de prevención cardiovascular?

Pueden ser múltiples: desde barreras que parten de los gobiernos –cómo se diseñan las ciudades, implantación de legislación antitabaco, etc.–, hasta barreras que tienen origen en la propia consulta del médico, particularmente del médico de Atención Primaria. El Ceipc ha pasado una evaluación a más de 1.500 médicos españoles que revela que el conocimiento de las guías de prevención cardiovascular es alto, pero que, paradójicamente, la aplicación de las guías en la consulta es baja. Solo dos o tres médicos de cada diez aplican las guías sistemáticamente en todos los pacientes susceptibles de prevención cardiovascular. Por ejemplo, solo la tercera parte de los médicos encuestados afirma que practican la medición del riesgo cardiovascular en el 80 por ciento o más de los pacientes susceptibles de evaluación.

No obstante, se ha avanzado porque hace diez años la evaluación del riesgo cardiovascular era prácticamente anecdótica y se hacía a menos del diez por ciento de los pacientes, mientras que ahora se aplica a más del 50 por ciento. Se ha dado un gran paso, al menos, en la visión global del riesgo cardiovascular, no así en la aplicación de las tablas.

Las barreras que detectan los médicos para aplicar mejor las medidas de prevención cardiovascular son la falta de tiempo en la consulta; la falta de recursos informáticos, como la historia clínica electrónica, que hagan una valoración del riesgo cardiovascular de forma automatizada; y la necesidad de una mayor implicación del personal de Enfermería en las tareas educativas y preventivas de modificación del estilo de vida.

¿Hay pacientes a los que les cuesta más modificar sus hábitos?

Son difíciles de modificar en la gente joven porque tienen poca percepción de la enfermedad y también en las personas mayores porque los hábitos están muy arraigados. Hay que tener herramientas de formación en habilidades de comunicación con el paciente para ser eficaces en la transmisión de esta información. La enfermera de Atención Primaria tiene un papel primordial en las intervenciones preventivas con el paciente, tanto para prevenir la adquisición de hábitos como para modificarlos, porque es el profesional más cercano al paciente y tiene una formación específica para ello.

La sociedad en su conjunto empuja hacia estilos de vida que no son precisamente los más cardiosaludables. Además, el paro es un factor de riesgo psicosocial de primer orden porque se asocia a un aumento del consumo de alcohol y de tabaco, y a un aumento de la obesidad, debido a la inactividad física y a que la dieta es peor cuanto más bajos son los ingresos económicos. A esto se suman el estrés y la ansiedad, y el incumplimiento de los tratamientos farmacológicos por la caída de los ingresos. Es un conglomerado explosivo en términos de prevención cardiovascular y, probablemente, dentro de cinco o diez años veremos cómo impacta en un repunte de las enfermedades cardiovasculares.

Pero habría que dar un mensaje de ánimo a los profesionales porque no es todo negativo. Han mejorado muchas cosas en prevención cardiovascular y en control de factores de riesgo.

 

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